Hace exactamente 44 años, Winona Ryder ponía pie en este, nuestro planeta, y hace 27 aterrizaba yo. Por aquel entonces aún desconocía cuanto tendría que esperar hasta poder coger un libro y cuanto más hasta poder hacer algo más con él que sujetarlo. ¡Qué momentos de nervios y desesperación!
Cuando por fin eso sucedió y a medida que iba creciendo hacia arriba a una velocidad de vértigo, descubrí que mis tres pasiones en aquellos momentos eran los Power Rangers, jugar al fútbol y "
Cuando Hitler robó el conejo rosa".
Mis gustos fueron cambiando (Demos gracias por eso) y, en plena revolución hormonal, Will hizo que me subiera la temperatura con su sexy dominio del lenguaje en "
Romeo y Julieta", me dijo cuatro palabras bonitas y yo, de tonta, me dejé camelar y le dije "
Vuestra merced, tomadme. Hacedme vuestra".
Viví el sinvivir de Miki y Yuu en "
Marmalade Boy", era la primera en la librería para poder hacerme antes que nadie con cada nuevo "
Harry Potter" con la única intención de poder amenazar al resto de compañeros de clase con espoilearlos si en el recreo no compartían su bocadillo de Nocilla conmigo, y me volví una loca de los superhéroes que se enganchó a "
Superman". Ya, ya, yaaaaa. Que si es el superhéroe más aburrido, que si la gente es tonta por no descubrir la identidad secreta de Clark, bla bla bla.
Entre sonetos, tíos cachas en mallas de colorines y Los Serrano versión manga antes del 1+1 son 7, llegaron mis 16 y con ellos una tontería y rebeldía que era para darme dos bofetadas. Aclaración: Mi idea de rebelde era Avril Lavigne, que es como decir que Britney Spears es símbolo de la liberación femenina o algo así. Con eso lo digo todo. Durante estos años, por si fuera poco, dejé de leer porque era una actividad tirando a poco guachi y tenía muy poco de rock 'n' roll.
¿Qué os dije? Que era para darme dos sopapos. A mano abierta. La excepción fue "
Neon angel: A memoir of a Runaway", que cumplía con todos los requisitos exigidos.
Entonces, los astros se alinearon y llegaron Fredy y Sofia. Sofia y Fredy. Juntos pero no revueltos. Ubiquémonos. Segundo de Bachillerato. Grupo B. Clase de lengua y literatura. Profesora, Josefa. Lectura obligatoria: "
Romancero gitano". En los cines, Sofia Coppola estrenaba Lost in Translation. Eso me redirigió a sus vírgenes suicidas y después a las de Eugenides. Pongo fin a mi sequía lectora y da comienzo un frenesí sin parangón de lecturas que volvieron a hacer aumentar mis miopías. Yo y mi oculista decimos "¡Wiiiii!"
La llegada de la edad en la que por fin salía de la patria potestad de mis progenitores, podía darme legalmente a la bebida, ejercer mi derecho al sufragio activo y jugar al bingo con la tercera edad, la celebré con una "
Anna Karenina" que me llegó envuelta en papel de regalo.
Party hard!
Y así, sin darme cuenta llegó el momento de irse a la universidad, y vivir sola, y hacer locuras, y hacer guateques, y vivir una amalgama de noches de de desenfreno y descontrol. Con mi pijama de cuadros. Y mi mantita. Al lado del radiador. Y SIN HORA DE IRSE A DORMIR. Todo muy destroyer.
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Ay, aquellas juergas universitarias... |
Durante esos años en los yo de lunes a domingo era Lindsay Lohan un viernes, "
El manantial" se convirtió en mi biblia personal, "
El principito" en mi mantra y "
Bridget Jones", mi guilty pleasure. Descubrí que, como Holden, quería ser también "
El guardián entre el centeno", saqué tiempo para leerme tres veces "
En el camino", que será siempre el libro que querré haber querido pero que nunca querré, y los jueves noche jugando a los personajes me los recordará "
La insoportable levedad del ser" de, un desconocido para mí por aquel entonces, Milan Kundera, a quien yo creí una despampanante modelo italiana (¿Me vais a negar que su nombre no suena a alguien que haya desfilado en varias
Fashion weeks y que haya salido con DiCaprio?). A toda esta etapa de desmelene puse punto y final leyendo el que se convertiría en mi libro favorito of all time, "
Al faro".
Entre medias, con 18 años, 10 meses y 3 semanas, hice mi primer viaje sin supervisión adulta a Amsterdam, con la obligatoria charla materna previa y lectura de la cartilla de rigor. Dos noches, entre la ida y la vuelta, pasamos en El Prat haciendo escala, largas para unos, cortísimas para mí devorando "
A sangre fría". Un par de años después y ya con unos cuantos viajes más en mi mochila, me fui a Oxford con una maleta y volví con dos cargada con muchos libros. Allí me pasé los, hasta ahora, 30 mejores días de mi vida practicando el gafapastismo haciendo cosas como leer en los jardines de Christ Church "
Alicia en el país de las maravillas", yendo a ver obras de Will representadas en
colleges o bebiendo en los pubs hasta terminar con una jarra de cerveza a modo de sombrero...
Wait, what?
Ya con un título universitario bajo el brazo, inicié una tormentosa relación de amor-odio con Elizabeth Wurtzel y su "
Nación Prozac" que fue un punto de inflexión en mi vida. La cambió de arriba a abajo y marcó un antes y un después. Hubo tanto drama en el medio, que reíros de
The L word. Después apareció Sylvia, quien se convirtió en la mujer de mi vida con "
La campana de cristal" y, "
Bruce" y yo habíamos pasado ya tantas cosas juntos que nos volvimos Batman y Robin.
Mi ferviente pasión por Will parecía que se había quedado en mis años de instituto, acné y malas decisiones en lo que a ropa se refiere. Nos habíamos distanciado y habíamos perdido el contacto, pero me volvió a hacer ojitos con "
La tempestad", casi una década después, y ahora vivimos una segunda luna de miel y somos como esas empalagosas parejas que nadie aguanta porque no dejan de decirse ñoñerías.
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Lo sé. Asqueroso. |
Ya más recientemente, Caitlin Moran y su "
Como ser mujer" (Caitlin, I love you!), despertaron mi lado feminista militante las veinticuatro horas del día, he prometido terminar "
Los miserables" cuando Murakami gane el Nobel y me encanta como adorna y embellece "
Ulises" mis estanterías sin tener intención de leerlo algún día. Hace poco experimenté el amor a primera vista con "
Carol", pero espero que no sea la última vez y todavía me espere algún flechazo más en ese libro que aún me falta por leer.